Desde nuestro corazón se desprende la sensibilidad colgada en hebras de hilos, comprometida a recibir el impacto de lo que nos prepara la vida. Cada día confrontamos una madeja de impresiones que nos alegra o nos ofende dependiendo de cuan fuertes somos o si estamos preparados para el plato que nos sirven.
Sí, somos sensibles porque la naturaleza nos proveyó con esta coraza emocional que crece con nosotros y se fortalece con las experiencias sin perder la habilidad de extender la mano o abrazar al que de nosotros necesite; no todos la llevamos. Transitamos por la vida ocupando un espacio único sin ser lo suficiente conscientes para aceptar que desperdiciamos demasiada energía en trozos de nuestra existencia que no producen, que no se archivan ni pasan a formar parte de nuestro pasado histórico.
Somos el milagro de una Naturaleza imperfecta, se olvidaron de darnos una visión clara de cuál es nuestro propósito aquí, la razón para ser merecedor de este único espacio y el instinto para elegir el camino correcto.Desde que descubrimos nuestra presencia en la evolución de la vida, estamos en conflicto con nuestros instintos y esos hilos desde donde cuelga nuestra sensibilidad se han ido convirtiendo en una madeja tan enmarañada que amar o aniquilar al prójimo es dibujar con los mismos colores de sangre y desgracias.
Hay tantas voces que presagian ese final que llevamos encerrado entre los puños que nadie las escucha, porque no creemos en ello. Algún día por falta de Fe, cometeremos una falta irreversible producto de una mala decisión y dejaremos de ser merecedores de este espacio único.
Perderemos el corazón y la sensibilidad que ahora se desprende de los hilos del alma para luchar contra la vida.
Marco Antonio