LO QUE SIEMPRE HEMOS QUERIDO DECIR, PERO HASTA AHORA NUNCA NOS ATREVIMOS

jueves, 4 de noviembre de 2010

APRENDIENDO A VIVIR EN SOLEDAD



Aprendiendo a vivir en soledad

Mi muy querida amiga
(....) , me muero Carricita, pero no estoy triste, pronto me reuniré con Dios. Tú tampoco lo estés. ( ....) Ama a Dios. Se feliz. Te quiero mucho.

Un grito animal salió de mi garganta.

- ¡¡Nooo!! No, no ,no, no es verdad.

Seguí gritando y empecé a sacudir la pantalla del ordenador, como si así esas palabras que me quemaban las entrañas pudieran desaparecer.

Volví a leer su carta como pude, pues las lágrimas apenas me lo permitían, quería cerciorarme de que su carta era real.

Me muero...mientes. No es verdad. No, no es verdad.
Se feliz...qué ironía. ¿Acaso se puede ser feliz sin amor? ¿Se puede ser feliz viviendo en penumbra?
Ama a Dios...¿cómo puedo amar a un ser que me quita mi vida?

Apagué el ordenador y empecé a deambular por la casa. No podía respirar, me asfixiaba. Todo me daba vueltas.
Necesitaba salir de ahí, escapar. Huir de ese dolor que me estaba matando. Huir de la soledad que amenazaba con envolver mi alma.

Cogí las llaves del coche.
Conducir, sentir la velocidad, escapar.
En cuanto salí del pueblo pisé el acelerador con rabia, 60...80....120, el límite era de 40 pero no me importaba, el coche volaba.

¡¡Piiiii!! el sonido estridente del pito de un coche contra el que iba a chocar, despertó mi sentido de supervivencia. Volví a mi carril y frené como pude.
Me eché a llorar sobre el volante. Si él me viera, él que amaba tanto la vida, me despreciaría por ser tan cobarde.

Se feliz, sus palabras resonaron en mi cerebro. Sólo conocía una manera de intentar ser feliz sin él.
Regresé a casa, encendí el ordenador y escribí:

Aprendiendo a vivir en soledad

Capítulo1.- Carta de despedida

Mi muy querida amiga.....


Natalia

martes, 2 de noviembre de 2010

ESCRITA CON LA TINTA DEL DOLOR


Veía el dolor reflejado en sus ojos cuando nos invitó a sentarnos, y me estremecí.

Ellos no eran dioses.
Habían hecho lo imposible. La niña había luchado, pero...la naturaleza impone sus propias reglas, y...no podía ser.

No me la llevaría a casa, no conocería a sus hermanos, no la vería sonreir...

Ya lo ponía el cartel de la entrada: está prohibido soñar.

Viana