NUESTRA TRAGEDIA
Todos los días vivimos la aventura de compartir desde la primera hasta la última hora de nuestra vida con desconocidos. Es una aventura, porque no sabemos “quien puede ser ése” que en un momento dado, cruza nuestro camino. Individuos de aspecto agradable, que inspiran confianza, pero eso no es prueba de cordura o garantía de estabilidad. Cabe la posibilidad de que su estado emocional haya deteriorado hasta el punto de haber traspasado el límite de la cordura y en ese preciso momento, reacciona con violencia y nos apage la vida. ¡Qué manera de interrumpir nuestra trayectoria! Pensar que pudiese ser la casualidad la que en un instante nos arranque de raíces y dejemos de formar parte del todo para encontrarnos en el limbo. Son tantas las posibilidades que por ejemplo: cuando tus obligaciones profesionales todas las mañanas te propulsan en el metro y de momento ése que viaja a tu lado se vuelve loco y acaba con tu vida; tu marido te cela del carnicero y esa noche su enajenación lo supera y acaba con tu existencia; o que tu mujer, en un momento de hostilidad pierde la cabeza y destruye el matrimonio de toda una vida o si la niña que apenas se desprendió de tus brazos, en su inocencia, decide regalarle una sonrisa al sombrío extraño que ronda el colegio y en un instante ella deja de ser el centro de tu vida.
Estamos descubriendo que las personas inestables que pululan nuestra sociedad no están tan aisladas ni son tan pocas como pensábamos. Sospecho más bien que la demencia viene entrelazada en la colectividad de sus actos, a veces personificadas bajo la ideología del terrorismo, otras en la salvaje preposición de la violencia doméstica.
Necesito estrechar tu mano en este espacio de letras, para que me digas que estoy equivocado, que sobre todas las cosas en este mundo prevalece la cordura. Convénceme de que en el prodigioso mundo de nuestra prosa y poesía se esconde una verdad que puede atajar el desorden universal. Garantízame con tus testimonios que no todos somos candidatos a sucumbir a las aberraciones que aquí describo. Júrame que este caos emocional que contamina nuestra sociedad no es una amenaza para nuestra estabilidad y que, en realidad, todo esto es solo producto de mi prolífica imaginación.
Marco Antonio
Todos los días vivimos la aventura de compartir desde la primera hasta la última hora de nuestra vida con desconocidos. Es una aventura, porque no sabemos “quien puede ser ése” que en un momento dado, cruza nuestro camino. Individuos de aspecto agradable, que inspiran confianza, pero eso no es prueba de cordura o garantía de estabilidad. Cabe la posibilidad de que su estado emocional haya deteriorado hasta el punto de haber traspasado el límite de la cordura y en ese preciso momento, reacciona con violencia y nos apage la vida. ¡Qué manera de interrumpir nuestra trayectoria! Pensar que pudiese ser la casualidad la que en un instante nos arranque de raíces y dejemos de formar parte del todo para encontrarnos en el limbo. Son tantas las posibilidades que por ejemplo: cuando tus obligaciones profesionales todas las mañanas te propulsan en el metro y de momento ése que viaja a tu lado se vuelve loco y acaba con tu vida; tu marido te cela del carnicero y esa noche su enajenación lo supera y acaba con tu existencia; o que tu mujer, en un momento de hostilidad pierde la cabeza y destruye el matrimonio de toda una vida o si la niña que apenas se desprendió de tus brazos, en su inocencia, decide regalarle una sonrisa al sombrío extraño que ronda el colegio y en un instante ella deja de ser el centro de tu vida.
Estamos descubriendo que las personas inestables que pululan nuestra sociedad no están tan aisladas ni son tan pocas como pensábamos. Sospecho más bien que la demencia viene entrelazada en la colectividad de sus actos, a veces personificadas bajo la ideología del terrorismo, otras en la salvaje preposición de la violencia doméstica.
Necesito estrechar tu mano en este espacio de letras, para que me digas que estoy equivocado, que sobre todas las cosas en este mundo prevalece la cordura. Convénceme de que en el prodigioso mundo de nuestra prosa y poesía se esconde una verdad que puede atajar el desorden universal. Garantízame con tus testimonios que no todos somos candidatos a sucumbir a las aberraciones que aquí describo. Júrame que este caos emocional que contamina nuestra sociedad no es una amenaza para nuestra estabilidad y que, en realidad, todo esto es solo producto de mi prolífica imaginación.
Marco Antonio