El tiempo es como el cascarón de un huevo: protege. Aunque no te permita ver el contenido, bien sabes lo que hay dentro. Al final terminamos rompiendo la cáscara y la vida que en teoría pudiese contener, deja de ser parte del concepto natural de la supervivencia y preservación de la especie. La substancia en su interior, cumple otro propósito, se convierte en un nutriente esencial a la vez que se anuncia como una tácita venganza por el alto contenido de colesterol que ingerimos condensado en su yema.
Vamos por la vida siendo lo que somos, pero eso nadie lo sabe, porque llevamos la expresión facial de una cáscara de huevos. Dentro, donde ruge la tormenta nadie sospecha nuestro inmenso potencial para el bien y el mal, para amar y odiar o para ser justos o despóticos. Maduramos con el tiempo y nuestro contenido intelectual interactúa hasta alcanzar unas dimensiones sorprendentes. ¿De qué otra manera pudiésemos haber cambiado el mundo tantas veces hasta situarlo en esta posición patas arriba? En verdad, somos exquisitamente diferentes, no hay una especie semejante en todo el planeta que pueda romper un huevo sobre el borde de un sartén con tanta precisión y freírlo a la perfección.
Estamos retando a los fenómenos naturales, cataclismos como los huracanes, terremotos, las inundaciones y las sequías,destructores naturales del ambiente y la vida misma. Nosotros, los de la expresión de cáscara de huevos llevamos unos cuantos milenios destruyendo civilizaciones, exterminando ideas productivas y asesinando niños a granel con la asistencia del hambre, la miseria y el holocausto que tales males acarrean.
¿Por qué tengo esta impresión que destila de mis huesos que el tiempo está cambiando? No lo sé, nadie cree en premoniciones, ni en cambios climáticos ni en las fantasmagóricas explosiones en el Sol, tampoco estamos informado de estas cosas que nuestros cinco sentidos subrepticiamente perciben. No sé si como parte del sistema que gobierna nuestros destinos, estamos dentro o fuera del huevo.
Marco Antonio