LO QUE SIEMPRE HEMOS QUERIDO DECIR, PERO HASTA AHORA NUNCA NOS ATREVIMOS

sábado, 14 de enero de 2012

CUANTO TE QUIERO



Pasan los días y las noches largas. Pasan momentos que nunca mueren, más no te tengo. Pasan silencios, uno a uno y se pierden como pájaros en el cielo. Que poco está quedando de un tiempo hermoso, de un cálido y simple sentimiento, de un sincero deseo de dar lo mejor a quien se quiere.

Todo ha cambiado, quizás yo lo he asumido, porque me doy cuenta de que nada puede hacerse ya, solo recordar, esperar quizás. ¿Quizás qué?, me pregunto, quizás nada, solo recuerdo la ilusión, alas sin tiempo para llegar hasta el rincón más duro de un corazón dolido.

Mis golondrinas viajarán y quizás, solo quizás, encuentren que tú sales a recibirlas...

María Susana

jueves, 12 de enero de 2012

EL AMOR LO ES TODO

EL AMOR LO ES TODO

Han ido desapareciendo sin que nadie se percatara de la ausencia. Ha sido algo así, como el que se da de baja de un programa sin dejar señales. Sencillamente deja de ser y lo olvidan como si nunca hubiera existido.

La sonrisa fue la primera en esfumarse. Un día miré con detenimiento a los rostros que se cruzaban en mi camino y descubrí que los labios iban más apretados que de costumbre, las fisuras eran más pronunciadas y las esquinas apuntaban hacia abajo. Hice un esfuerzo por encontrar un rostro sonriente y por fin, al final de mi trayectoria tropecé con una. El chico del panadero padecía de un trastorno emocional y siempre sonreía con la inocencia del que no comprende nada, pero al parecer, era feliz.

No pasó mucho tiempo hasta que comencé a percatarme de que era muy difícil encontrar personas que me miraran a los ojos. Todos parecían evitar el contacto visual y así fue como descubrí transitando por la vida que había perdido la capacidad de recordar el color de los ojos de mi vecina, el de su hermana o el de sus amigas. Llegó un momento cuando ya era tarde porque todos dejaron de mirarse y con la ausencia de la fisionomía facial, los rostros comenzaron a confundirse y olvidamos, sin darnos cuenta, las expresiones de alegría, sorpresa y enojo.

Ya casi nadie se abraza o se besa. Era algo común en otros tiempos, ahora ese contacto se considera demasiado abrasivo, demasiado personal. Pudiese, para muchos, implicar un nivel de intimidad que abre las puertas a la posibilidad de una confabulación a la aventura clandestina. Se besa y se abraza a los recién nacidos y a los octogenarios sin consecuencias sociales negativas.

En el tiempo en que vivimos, corremos otro grave peligro. La televisión amenaza con sumirnos en un silencio ancestral. El arte de la conversación pudiese estar en un proceso de extinción. Casi nadie de esta generación se entretiene en la sala de estar fomentando tertulias para intercambiar opiniones. La pantalla de la televisión hipnotiza, demanda toda nuestra atención, lo domina todo. Sólo el tiempo determinará cuando, por atrofia, perderemos el uso de las cuerdas vocales.

Cuando en el transcurso de unas cuantas décadas hagamos una pausa para examinar nuestros valores, descubriremos las ausencias, las aquí mencionadas y muchas más. Pero nuestra genética continuara reproduciéndose como en el principio y con ello la capacidad de amar a otro ser sin que importe cuan desfigurado esté el espacio donde entonces transite la vida.

El amor es el secreto inextricable e impredecible que decide por sí mismo, cuándo florecer y con quién. Completaremos el momentum que impulsa al péndulo de las circunstancias y entonces la arena regresará del mar como siempre ha sucedido, como ocurrirá con nuestros principios y valores a pesar de las extravagancias que experimentamos con la erosión del tiempo y la distorsión social que nos va dejando el fantasma de la evolución tecnológica.
El amor lo es todo.

Marco Antonio