LO QUE SIEMPRE HEMOS QUERIDO DECIR, PERO HASTA AHORA NUNCA NOS ATREVIMOS

sábado, 8 de marzo de 2014

EN TIEMPOS DE VIDA



Alguien tocó a mi puerta suavemente, pregunté con desconfianza quién era, miré por el pequeño agujero en la madera, pero no había nadie. Nunca llegué a entender cómo se manifestó la respuesta pero estoy seguro que oí cuando dijeron que era "Los buenos tiempos".

—Los buenos tiempos no han pasado por esta casa en años—respondí con un tono agresivo sin atreverme a abrir y sin aún poder precisar si había alguien ahí— Hace mucho tiempo que la mala suerte y las desgracias conviven en esta casa y la verdad es que se han acomodado tan bien en nuestro entorno, que al parecer, no tienen planes de marcharse, ni siquiera de vacaciones.

—No recuerdo haber tocado a una puerta y que alguien en este mundo me haya negado la entrada —me dijo la misteriosa voz en mi cabeza, sin yo saber exactamente de donde provenía— no puedo creer que usted se haya acostumbrado a convivir con tal melodrama y ser el anfitrión de la desdicha y la desventura.

Traté de reconstruir memorias y recordé que hubo tiempos en que la felicidad que traen los buenos tiempos estuvo en mi casa y compartió conmigo. Fueron tiempos maravillosos de dulce cohabitar, envueltos en un aura de paz y tranquilidad. Éramos dos, cómo lo somos ahora, y sin saberlo vivíamos escondidos de la realidad en aquél lugar idílico protegido por el mar y la arena de un mundo que ahora sabemos, nada tiene que ver con éste.

—Acuerdo haberte dejado abandonado en otro lugar—le grité– y me atrevo a jurar que de allí nunca te moverías, porque nadie, con sentido común, te dejaría escapar como lo hicimos nosotros—Aquí, en esta casa, ahora mismo somos muchos y no creo que si estás intentando entrar, tú seas quién dices ser. Nunca he oído que las desgracias y las desdichas pudiesen cohabitar con la felicidad de los buenos tiempos en un mismo espacio, así que debes ser algo abominable que intenta unirse al resto de mis tribulaciones. Entonces sentí que se alejaba de mí puerta y una dulce voz dentro de mi cabeza o quizás en mi corazón, de eso no estoy del todo seguro, me dijo:

—No vine a quedarme, solo a recordarte que sigo allí donde me dejaste y que cuando estos malos tiempos y sus consecuencias se aburran de arañar tu alma... Allí estaré como siempre esperando. El tiempo nunca se detiene, eso bien lo sabes, tampoco permite tanto a lo bueno como a lo malo permanecer en un lugar indefinidamente. Así es la vida y éstas son sus etapas, como los inviernos, las primaveras y los veranos. Las estaciones tienen su momento y nunca se les otorga un estado de permanencia.

Quizás aún quede tiempo en el invierno de tu existencia para encontrarte nuevamente en el camino. Te prometo que esta vez será una estancia prolongada, lo suficiente larga como para sanar las heridas de tan cruel y arraigada experiencia. No desesperes.

Marco Antonio

martes, 4 de marzo de 2014

HISTORIAS PARA DORMIR...

Se aferró a la palanca con determinación, sus dedos rodearon firmemente el trozo de piel de serpiente que cubría el mango de la barra de madera y plantó los tacones de sus raídas botas contra el grueso borde de la plataforma a tres metros del suelo donde le tocaba sentarse. Levantó la cabeza y lanzó una mirada hacia el otro lado de la plaza; el Alcalde le observaba. El silencio era absoluto con excepción del velado crujir de las madejas de paja seca que rodaban arrastradas por el viento levantando el polvo rojizo de aquel pueblo sin nombre perdido en medio del desierto.

El alcalde extrajo un reloj del pequeño bolsillo de su chaqueta e intentó limpiar la superficie del cristal con el sudor de su pañuelo. Miró la hora y después observó la posición del sol en esos momentos, al parecer quedó satisfecho, solo faltaban dos minutos para las tres de la tarde. Le estuvo curioso que el hombre en la tarima estuviese tan calmado, llevaba parado allí como una estatua y con las manos atadas a su espalda por más de media hora; también era curioso que no demandara que le removieran la capucha negra que le cubría la cabeza. Otros en su posición, temblaban de pies a cabeza y no soportaban el peso de la soga que ahora descansaba alrededor de su cuello.

El alcalde dedujo que había tantos niños como adultos en este evento. Bueno, no todos los días colgaban a un malhechor de tanta categoría, un criminal buscado por muchos en cuatro estados del sur y finalmente atrapado aquí, en el rincón más absurdo de la tierra. Este año de 1886 no fue muy bueno para los cuatreros en Tejas.

La primera campanada estremeció a todos los allí presentes. El cura también mantenía una estricta tradición en su iglesia, la exactitud de la hora y el tañer de sus campanas. El alcalde volvió a comprobar su reloj: eran las tres de la tarde... en punto. Sonó la segunda campanada, había llegado la hora, el alcalde se volvió hacia la tarima y fijando la mirada en el hombre que se aferraba a la palanca como si de su diligencia dependiera la vida misma, hizo un leve movimiento de cabeza...Sonó la tercera campanada.

El hombre tiró de la palanca con todas sus fuerzas, la trampilla sobre la cual el malhechor descansaba sus pies desapareció con un crujido del mecanismo confiado y bien lubricado. El cuerpo se precipitó al vacío por el agujero de la trampilla, en un instante se tensó el nudo de la horca, y la multitud cercana al cadalso pudo percibir el leve pero truculento sonido de las vertebras que ceden ante la fuerza de la gravedad. El cuello se había deformado y las piernas en una pugna grotesca daban sus últimos espasmos antes de quedar sin vida. Todo acabó en un instante, entonces el alcalde ...

Margarita cerró el libro de cuentos y miró a través de los barrotes de la cuna, en algún momento Pablito se había quedado dormido escuchando la impresionante narrativa. Esto era algo incomprensible para ella. Había comenzado leyendo cuentos del osito, después Blanca Nieves y la Cenicienta. Más tarde estas historias ya no le servían, así que intentó leerle aventuras de piratas y las de Tarzán de los monos. Ahora leían novelas del Oeste Americano, pero no estaba segura hasta cuándo le arrullarían estas historias, en verdad, no lo sabía. Mañana intentaría comenzar con Edgar Allan Poe.

Marco Antonio