LO QUE SIEMPRE HEMOS QUERIDO DECIR, PERO HASTA AHORA NUNCA NOS ATREVIMOS

lunes, 9 de mayo de 2011

TANTO QUE PENSAR...



Me pica la nariz y no es que tenga lombrices. El dolor en mis coyunturas augura tiempo de lluvias y por mis ojos solo puedo percibir una turbia visión del limitado mundo que me rodea y poco me dice. Queda tanto más por ver, oír y sentir para entender mejor la razón de nuestra existencia y el por qué la perrita de mi vecino se caga todas las tardes en los escalones de mi casa.
Desde el limitado espacio que nos asignaron para vivir, a veces pienso que nos vendría bien si lo compartiéramos todo, de este modo encontraríamos una solución para la obsesión de Tati (así se llama la perrita) con los escalones de mi portal. Si cada ser humano en este planeta tuviese la capacidad de compartir sus visiones, las palabras fluirían con más facilidad y la intención de nuestros semejantes sería menos agresiva. No golpearíamos los tímpanos de nadie con tantas vituperaciones y obscenidades que arrojamos a mansalva y yo aprendería a querer a ese vecino y a su perra sin importarme donde el chucho deposite sus desechos biológicos.
Es tan pequeño el espacio donde gravita mi existencia que cuando lo comparo con el inmenso territorio que ocupa la raza humana me hace sentir ínfimo, microscópico, como una partícula orgánica en un teatro de marionetas. Un escenario donde mis actos y decisiones son inconsecuentes y mis argumentos se oyen hasta donde se apaga el eco. ¿Por qué he de preocuparme por la mierda del perro y el vecino cuyo mal alieno extingue las rosas de mi jardín cuando el mundo que veo por la televisión y oigo por la radio se está pudriendo? Es como una enorme cagada que sin duda abrumaría a la pobre Tati si tuviese que esforzar su organismo para igualarla.
El hambre que nunca he sentido está matando a niños en la India, en África y en otros lugares que desconozco pero sé que existen. Dejé de leer los periódicos porque la política es como caer en un pozo donde las promesas son oscuras y frías y finalmente te ahogas en ellas. Las noticias en la radio no pueden ser de este planeta, los hombres abusan de sus mujeres, destruyen sus hogares y abandonan a sus niños sin remordimientos. Ninguno de ellos recuerda el principio, la razón que los llevó a tomar los sagrados votos del matrimonio, y yo por otro lado, preocupándome por una perra que se caga en los escalones de mi casa.
El tiempo y el espacio que ahora ocupo no serán estadísticas importantes. Pero qué más quisiera yo, como cualquier otro ser humano pensar que sí, que de alguna forma puedo cambiar el mundo.


Marco Antonio