Aparentemente el dialogo es un proceso colectivo de impredecibles consecuencias. Una formidable experiencia que en circunstancias apropiadas sirve para fraguar el molde que gesta las ideas.
Es imprescindible establecer un dialogo para que los carretes de la imaginación comiencen a girar a la velocidad del vértigo y se produzca la carga electrostática necesaria para darle el sabor argumentativo que todo intercambio de palabras necesita.
Las inquietudes y la individualidad con que se personifica nuestro criterio en un dialogo, delatan las coordenadas que nos sitúan en esta vida, de donde somos, de qué vivimos y hacia donde forzamos nuestros pasos; son secretos que siempre bailan en la punta de la lengua dispuesta a defender el prodigioso entorno que nos ha sido adjudicado.
La pasión y el arrojo al expresarnos reafirma la necesidad de sentirnos parte de esta misión; estamos aquí y somos ingredientes del todo.
¿Será entonces posible que haya un propósito, una urgencia de contribuir con nuestra existencia al proceso de perpetuar la vida tal como la conocemos?
Marco Antonio