Es mi hora de escribirte porque en el silencio mágico de la noche nunca faltan las palabras de amor. Están despiertas aún cuando dormimos. Rehúsan morir en un rincón del alma sin ser escuchadas.
Te escribo desde mi orilla del espacio que nos separa, desde este extremo del océano que alarga las horas de la espera. Cuando esta carta encuentre tus ojos, serán las palabras las que habrán cruzado el mar deshaciendo distancias. Entonces nada se interpondrá entre lo que quiero decirte y lo que añoras oír. Es el puente de amor conque lavo mí tiempo de cólera y busco el sosiego en el candor de tus pupilas.
Quedan las tardes de mi mundo de islas para llenar mi maleta imaginaria con semillas de amor. Las llevo al mar con la esperanza de que alcancen la orilla donde se baña tu espuma. Llegará el día en que cruzaré este océano para ir a tu encuentro de pétalos azules y por el resto de mi vida, no contará el tiempo.
Me ha tragado la tierra para que germinen nuevas raíces. Raíces de hombre con esperanzas. Se puede aprender a redescubrir la inocencia en un beso y la ternura en la sensibilidad de una promesa. ¡Qué será de mí! ... porque, sin querer, te quiero tanto.
Marco Antonio