LO QUE SIEMPRE HEMOS QUERIDO DECIR, PERO HASTA AHORA NUNCA NOS ATREVIMOS

domingo, 3 de febrero de 2013

PODRÍAMOS CAMBIAR EL MUNDO...

Pensé que podríamos cambiar el mundo si intentáramos despojarnos del disfraz que llevamos sobre lo que somos. Si no dejáramos que pasara otro día sin romper la rutina que nos moldea y nos convierte en seres mecánicos incapaces de sorprender a nadie con una acción inesperada.

¡Qué maravilloso pensamiento! Me ha calado tan profundamente que he decidido ser el primero (y quizás el único) en intentarlo. Comenzaré por lavarme los dientes con la mano derecha aunque toda la vida lo haya hecho con la izquierda, me peinaré el cabello hacia el lado opuesto de lo acostumbrado y si para entonces me he llenado de valor, me afeitaré este bigote que llevo bajo mi nariz por más de cuarenta años. Voy a tomar té en vez de chocolate y una tostada en lugar del bizcocho de manzana que consumo todas las mañanas.

Tengo un vecino que pasa por mi lado e ignora mi existencia mirando hacia la otra acera o intenta adivinar si va a llover contemplando el cielo aún cuando la intensidad del sol lo aniquila forzándole a hacer muecas de disgusto. Yo también lo ignoro, pero esta mañana me plantaré frente a él y le extenderé la mano con mi mejor sonrisa y le preguntaré por su salud, la de su esposa y la del perro.

Voy a caminar hasta el centro de la ciudad en vez de coger el autobús y cederé mi asiento cuantas veces sea necesario, no sólo a los ancianos, sino también lo haré con las mujeres y los niños. Procuraré llevar una sonrisa aunque sujete el paraguas abierto para protegerme de la lluvia y del azote el viento. Pensaré que pronto llegará el verano y que todos nos iremos al Mediterráneo. Cuando me siente con las amistades a tomar el café de las diez de la mañana, otra vez repetiré el té y dispensaré del croissant y las galletas. No comenzaré a leer el periódico por las esquelas ni le daré importancia al temblor de las manos de mi amigo, el que derrama el café sobre la mesa, ni a la amiga que remueve sus dientes postizos cuando se le atascan de galletas. Ignoraré la fuga de flatulencias y eructos de los cuales yo también soy contribuyente y no olvidaré de comentar lo atractivas y elegantes que se ven las señoras. En el ambulatorio, mientras espero a que el médico me atienda entablaré conversaciones amenas y alegres, no tocaré el tema de las enfermedades que me acontecen y animaré a los demás a intentar hacer lo mismo.

Creo que es tiempo de que me envuelva en algún proyecto social y comparta mis experiencias con los más jóvenes, eso incluye algún desarbolado, uno de esos chicos difíciles que todo el mundo rechaza por su carácter indómito. Yo no lo haré. Voy a esforzarme por escuchar más y hablar menos e intentaré respetar el criterio de los demás aunque a veces me parezca rocambolesco. No ignoraré el esfuerzo de otros que intentan ser creativos y me convertiré en conspirador compartiendo sus ideas y sus sueños. Sí, pienso que juntos podríamos cambiar el mundo.

Podríamos despertar lo mejor dentro de nosotros y comenzar a caminar con diferentes propósitos que nos hagan sentir mejores personas y que esa satisfacción se refleje en el espejo del lavabo, sí, es importánte que nos quedemos a gusto con esa imagen cuando nos devuelva la mirada, sólo porque hemos decidido hacerlo mejor...Y eso podría cambiar el mundo.

Marco Antonio