Siempre me quedo con la sensación de que en su vertiginoso paso, el tiempo me arrebata las experiencias vividas. Nunca alcanzo a esconderlas como testimonios a la razón de por qué existo. Es como un ladrón que nos va desgarrando las tripas. Su marcha inexorable deshilvana las hebras del futuro y con el parpadear de las horas, fibra a fibra desaparecemos arrastrados por las aspas de su magnifico reloj. A veces quedan los retazos entrañables de lo mal vivido conservado en la hiel amarga de la memoria.
Sabrás que los sentidos aborrecen en silencio el transcurso del tiempo. Lo aborrecen desesperadamente, no sólo porque es un ladrón, sino también por ser causante y cómplice del nunca jamás. El instante vivido se escapa antes de que te enteres de sus consecuencias. El ahora no es una realidad hasta que el tiempo te permita examinar sus irreversibles consecuencias; para entonces ya forma parte de tu pasado. Somos supervivientes del instante para vivir otro mañana sin entender si hemos asimilado del todo lo que pasó ayer.
Mis sentidos me dicen que existo porque la lluvia se desprende, me toca y descubro un cielo azul de alas azotando el espacio que se pierde tras los bordes de mis ojos. Entonces desde las profundidades de mis pulmones un olor a hierba húmeda me habla verde. Creo saber lo que soy, aunque el tiempo esté disolviendo mi presencia entre las aspas de ese reloj. Lo dado por lo vivido, pero en el contexto de tiempo, eso es todo lo que somos – ¿O no?
Marco Antonio